Pestañas

martes, 26 de marzo de 2013

Lágrimas

"Con todo el dolor del mundo..."
No se oye más. Las trabajaderas lloran desconsoladamente. El resto de la comitiva, aparentemente, mantiene el tipo. Pero todos sabemos lo que ocurre. Un engaño revestido de terciopelo y sarga como el barroco.
Se abren la puertas. Poco a poco se vierten los vasos, unos con más capacidad que otros.
El pueblo ve a Dios sentenciado a muerte. Ese Dios que es nuestra madre que tantos esfuerzos hace por nosotros. Ese Dios que es nuestro padre que nos educó lo mejor posible. Ese Dios que es nuestro hermano, nuestra hermana que nos ha acompañado siempre. Ese Dios que es nuestra abuela, nuestro abuelo que tantos momentos tiernos vivimos junto a ellos. Ese Dios que se queda en casa.
"Inexplicable, hay que vivirlo"
Quién sabe por qué decidió quedarse. Quizás para cobijarnos a todos en su casa. Quizás porque sabe que quien lo necesita lo tiene bajo sus pies o en delante suya. Quizás para quedarse con quien más le quiere y no oír críticas envidiosas. Quizás fue porque quería probar si esta familia suya es fuerte en todo momento
¿Quién lo sabe?
"¡Viva el Señor de la Salud!"
Las madres lloran pero son fuertes y consuelan a esa hija que no ha podido llevar a su Señor por su ciudad o a ese monaguillo que era la primera vez que salía y no pudo ser. ¿Quién consuela mejor que una madre? Nadie. Por eso necesitamos su consuelo.
Estrella, ven pronto que nos puedas consolar del sofocón de ver cómo todo un año se diluye en agua.

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