Me pregunto qué siente el alma para que al acercarse siquiera dé un brinco de emoción. Me gustaría dar explicación a qué miran mis ojos al alzar la cabeza a donde Tú estás.
No entiendo nada en absoluto. Es iracional el porqué no haberte conocido jamás y sin embargo con la primera mirada que me distes, me encarcelastes en Ti.
Cárcel dulce y amarga al mismo tiempo es este sentimiento que surge. Es indescriptible, las palabras pese a su complejidad anciana nunca podrán abarcar tanto sentir.
Nunca te vi y sin embargo me enamorastes. No dijistes nada, sólo me mirastes. Agradecerte únicamente puedo el milagro que obrastes.
Llegó el día en acercarme a tí y mi amor depositarte, pero no pude siquiere acariciarte. Llegué con los nervios del niño que no controla sus rodillas, intenté mirarte y en tus manos un beso depositarte.
Maldito fui que no llegué ni a tocarte pues el corazón me dio un vuelco y me empujó hacia mí.
Maldito me repetí, pero bendito por tus ojos fui.
Présteme hermana su velo bordado, pues al Cristo ensangrentado, dos lágrimas, de los ojos le han brotado.
Me faltan las palabras. No sé si le veo ya siquiera. Le noto allí, lejos de la luz de mi vela, lejos y apagado por el incensario. Le noto triste y apenado, será por el recuerdo de tal trance o lo que ve por nuestras calles. No obstante da un paso al frente. Quiere llegar a todos y yo por supuesto soy su cómplice.
¿No miran a la Simpecado? Se apaga por el daño que le hacen a su corazón plateado.
Heridos estamos todos los que siguen su andar. Ni el agua alivia la herida abierta.
"El pan nuestro de cada día, y Salud que nunca falte Señor"
Nada más.